Autoras: Graciela Hernández Morales y Mª Jesús Cerviño Saavedra.
Nos ha parecido oportuno que la primera newsletter de este año la dediquemos a hablar del amor. El motivo que nos mueve a ello es recordar la necesidad de llevar el amor al aula. Pero, y eso ¿cómo se hace? Basta mirar la entrada “amor” en cualquier diccionario o buscador en línea para darnos cuenta que definir el amor es acotarlo, entorpecerlo, caricaturizarlo. La grandeza y la riqueza que sentimos y vivimos en las experiencias amorosas no caben en el coto de una definición. Pero este hecho no implica que no podamos pensar y hablar sobre estas experiencias. Es más, poner palabras a lo que ha significado el amor en nuestras vidas es un ejercicio educativo, ayuda a enraizar los deseos y los sentimientos en lo real, y no en ensoñaciones.
Por esta razón, compartimos el texto de un extenso curso creado en 2008 y revisado en 2011 dirigido a profesorado «Coeducación: dos sexos en un solo mundo» Os lo iremos compartiendo en sucesivas newsletter.
Llevar el amor al aula es llevar la escucha, la atención, el interés por la singularidad de cada niña y cada niño, el cuidado, la comprensión, la pericia para abrir los conflictos sin violentar y otros muchos ingredientes, que pueden mezclarse de formas diversas en cada clase y en cada situación.
Además de vivir la experiencia de ser queridos o queridas, niñas y niños necesitan tener palabras para nombrarla, reconocerla y valorarla. Sin palabras es fácil que se les cuelen representaciones obtenidas a través de cuentos, mitos, películas, chats, etc. en los que se muestra el amor de una manera fantasiosa, acotada y estereotipada y que nada tiene que ver con el amor realmente vivido.
Para los niños, la dificultad para reconocer y valorar el amor suele ser mayor, sobre todo, a medida que se van haciendo mayores, ya que, desde el modelo de masculinidad patriarcal, se les invita a considerarlo como algo ñoño y debilitante. Es una concepción de las cosas en la que se considera que reconocerse amoroso, abierto y sensible ante otra persona y, por tanto, mostrar la propia vulnerabilidad, es peligroso porque implica desarmarse y perder poder.
Es una lógica que considera invalidante mostrarse tal como se es, o sea, como seres humanos que sienten y necesitan afecto para desarrollarse y crecer. Aunque, claro está, el deseo de amar y ser amados suele ser grande en todo ser humano; de ahí que no es extraño encontrarse con muchos niños y chicos que han sabido desmarcarse de esta lógica.
Por su parte, es habitual que las niñas, tal como suelen ver hacer a sus madres o a las mujeres adultas que las acompañan, se muestren interesadas por todo lo relacionado con los afectos, las relaciones y el amor. Esto les permite enriquecer sus vidas y profundizar en sus relaciones, aunque, a veces, este interés no se encauza bien y las lleva a ser más vulnerables ante determinadas fantasías, mitos, idealizaciones y estereotipos que han constituido el modelo de ‘amor romántico’ y que no les ayuda a reconocer y valorar el amor en su dimensión real.
Por todo ello, nos parece fundamental dar un lugar privilegiado al amor en nuestras vidas y también en nuestras aulas, cuidarlo y poner palabras que permitan reconocer la realidad de las experiencias amorosas y, por tanto, dejar de alimentar ensoñaciones y fantasías que no ayudan dar un sentido libre a estas experiencias.
Cada niño y cada niña, cada ser humano, aprende a quererse a través de la experiencia de haber sido querido o querida. Esto significa, entre otras cosas que:
• Escuchar los sentimientos y deseos de una niña o un niño, tomarlos en serio, respetarlos, es un modo de enseñarles que es posible y tiene sentido escuchar los propios sentimientos y deseos, tomarlos en serio y respetarlos.
• Relacionarse con la singularidad de cada niña o niño, interesarse por su forma única y original de pensar y sentir, darle instrumentos para que se expresen desde sí, es un modo de enseñarles a abrirse a lo que hay en su interior y a aceptar sus propias particularidades, lo que significa también gusto por conocerse y darse a conocer.
• Confiar en la capacidad de cada niño y cada niña para expresarse, hacerse preguntas,sacar lo mejor de sí, ampliar su formación y conocimientos, es enseñarles a confiar en sus capacidades y a buscar su propia manera de desarrollarlas.
• Crear un ambiente en el que el cuidado esté presente y mostrar una disposición a cuidar a cada niño y a cada niña es enseñar, no sólo a que cuiden a otras y a otros, sino también a sí.
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