La práctica de la educación

La semana pasada, me invitaron a la Facultad de Educación. En una clase de 1º de Educación Social, conté mi práctica educativa a lo largo de más de 15 años trabajando en el mundo socio educativo.

Me encantó recordar y rememorar los inicios como becaria en el Centro de Información de los Derechos de la Mujer, en Madrid y mi continuación en Servicios Sociales del barrio de La Mina, en Sant Adrià del Besós, en Barcelona.

A lo largo de todo el día, intercambiamos reflexiones y experiencias enriquecedoras. Expusimos situaciones que pueden darse a lo largo de la trayectoria profesional, nos preguntamos qué significa para cada quien ser educadora o educador social, por qué hemos elegido esta carrera y cómo nos gustaría ser como profesionales.

Os dejamos el texto que se publicó en 2008 sobre la práctica educativa: “Aprendiendo con Noelia”. La lectura y análisis de este texto nos sirvió como punto de partida para indagar en el sentido que cada quien desea dar a la educación.

Aprendiendo con Noelia

Autora: Lupe García Rodríguez, publicado en el libro, “Enseñar: una experiencia amorosa”. Mª Milagros Montoya Ramos. S.L Sabina Editorial, 2008.

Me encanta trabajar con chicas adolescentes, siempre me sorprende su capacidad de vivir y de atreverse a hacerlo de los modos más arriesgados o inauditos y para mí inimaginables. Cada chica con quien me he relacionado, y con quien se ha podido crear una relación de confianza, me ha enseñado e invitado a transitar por el camino de su vida, ayudándola yo, enseñándome ella, a descubrir preciosos tesoros.

Conocí a Noelia cuando su madre vino a decirme que quería internarla en un centro “porque no podía con ella”, advirtiéndome además que “ya me cansaría”. Fue una entrevista dura pero la experiencia de trabajar con chicas jóvenes me ha enseñado que siempre hay algún hilo del que tirar para rescatar lo mejor de cada persona, especialmente entre las chicas jóvenes con ganas de comunicarse, como sucedía con Noelia. Empecé a pensar en mi relación con Noelia con esta pregunta: ¿cómo sacar todo el jugo a lo que vives en una relación para que no se te escape ningún momento precioso? Así es como vivo la relación con esta chica, que dicen tiene mal pronóstico, como una relación viva que me esta enseñando a aprender de ella.

Después de varios meses desaparecida, hace un tiempo, Noelia volvió a contactar conmigo. Sus condiciones eran desoladoras. Hacía más de un año que apenas tenía relación con su familia, vivía en casas de amigas por espacios cortos de tiempo. Tenía todas las necesidades básicas al descubierto y la desesperación le había llevado a hacer cosas terroríficas. Su novio acababa de entrar en prisión por romperle la nariz. Noelia me contó esta historia diciéndome: “pero yo todavía le quiero, me he criado a palos y no sé cómo hacer para que no me peguen”. Así me la encontré, confundiendo el cariño con la violencia y apegada a una relación destructiva.

Noelia y yo fuimos creando un espacio donde ella podía expresarse, con tiempo, sin prisas, bajo la escucha atenta, y el interés por lo que ella tenía que decir, sin suplantarla, descifrando sus necesidades y sus deseos, sosteniendo la incertidumbre, las recaídas, las idas y venidas, creando una relación de confianza donde yo estoy, permanezco y no abandono. Ella pudo ir poniéndole palabras al cuidado de su persona para empezar a despegarse de esta idea destructiva de lo que para ella era el amor, ella misma decía: “he pasado mucho miedo pero no sé qué hacer para que no me peguen”. Como dice Graciela Hernández Morales “hace falta amor también para dejar que nos ayuden, para que nos quieran” [2]. Esto es lo que siento y reconozco yo en Noelia, el amor que pone es su relación conmigo.

Para dejarme dar por ella he tenido que agudizar los cinco sentidos porque había tanto desorden en su vida que era muy fácil perderse y caer en la culpabilización, victimización o abandono. Su necesidad era tan grande que necesité estar centrada en mí para no caer en un activismo desordenado, necesité buscar medida en otras interlocutoras e interlocutores que me ayudaron a no perderme y a que tampoco abandonara.

He agudizado el oído para poder escuchar y respetar la forma que ella tenía de relacionarse consigo y con el mundo y para, con paciencia y amor, poder ir mostrándole otras formas de relacionarse con la realidad. Nuestra relación ha ido creciendo y ella me reconoce como Lupe “su educadora”, “porque tú si que sabes ayudarme”, como me dijo un día.

Mi trabajo educativo con Noelia no es otra cosa que estar, permanecer y esto no lo puede hacer cualquiera ni se puede hacer en todas las circunstancias, ya que a veces ocurren cosas difíciles de sostener porque tocan alguna dificultad de quien educa.

La Práctica de la relación educativa.

Con esto quiero decir que he persistido en el abrazo[3]. Esta persistencia fue posible porque había reconocimiento mutuo, de modo que pude decirle, cuando hacía algo que no me gustaba, “en esto yo no te acompaño porque no va conmigo, porque no me gusta y me preocupa que tú lo hagas” y, entonces, ella, cuando puede, me mira con ternura y me dice, “gracias por preocuparte por mí, voy a aprender a cuidarme porque sé que lo que me dices es bueno para mí aunque me cuesta cuidarme porque a veces no sé cómo hacerlo”.

En ocasiones me es difícil respetar y no suplantar sus decisiones, me es difícil ir a la raíz de lo que es y no de lo que me gustaría que fuera, y cuando esto pasa leo en términos de frustración lo que en realidad podría leer en términos de preguntarme una y otra vez qué está en mis manos hacer, sabiendo que la única forma de modificar la realidad es cambiar mi relación con ella y tirar así de ese hilo para ir mostrándole otras formas de relacionarse con el mundo, para que pueda descubrir, de mi mano, acompañándola, caminos intransitados que le den más libertad.

Así, empezamos a trabajar con el fin de que Noelia pudiera descubrir y cubrir sus necesidades más básicas: un lugar donde comer y un lugar donde dormir, además de cuidados médicos, psicológicos y relacionales.

Un día, comiendo en un bar del barrio donde vive, conocí a personas que son significativas para ella y, al presentarme, dijo con orgullo: “ella es Lupe, quien se preocupa por mí”. Yo les hablé de Noelia con cariño y verdad y recibí justo eso, su interés y preocupación por ella, lo que para mí fue una sorpresa porque temía que sus relaciones no fueran así.

Me ayuda preguntarme ¿qué me gusta de ella? Posiblemente, lo que pone en juego en su relación conmigo, su disponibilidad frente al caos en el que vive, su capacidad de escucha a lo que yo tengo que decirle, aunque luego ella haga lo que puede. ¿Qué no me gusta de ella? No me gusta cómo se pierde en el deseo del otro y de la otra, que a su vez conecta con algo de ella que me toca a mí directamente.

¿Qué genera esto en mí? Me genera cuidarla, persistir en el abrazo, disponibilidad, estar abierta a lo que ella tiene que contarme y acompañarla con paciencia, cuidado y, por supuesto, sin añadir más violencia. ¿Cómo nos relacionamos Noelia y yo? Desde el amor, que es la única forma en la que sé relacionarme.

Para Noelia salirse de un camino ya conocido es difícil, le cuesta su trabajo diario. Pero he podido ver los pequeños pasos que ha ido dando, que le han permitido cambiar la relación con su mundo. Esto ha sido posible gracias al amor que ella ha puesto y cada una de las personas para quienes ella es importante.

Noelia requiere una atención especial que, como toda relación singular y única, requiere reconocimiento, cariño y escucha. Para mí, la relación educativa con ella es una relación de intercambio que nos permite ir más allá, ayudándonos a descifrar sus deseos y a abrir caminos intransitados. Ahora más que nunca pienso que Noelia no “es un caso perdido” porque veo lo transformador y revolucionario de la relación, aunque esto no suponga dar nada por sentado.

En la actualidad nos vemos semanalmente. Cuando viene, a veces de improviso y sin avisar, estoy ahí para verla, aunque sean cinco minutos para hablar de lo que ha hecho en el día durante la semana. Sin broncas ni enfados le hago saber lo que me preocupa, que ella me importa y necesito saber de ella. Siento que mis palabras le llegan cuando le hablo que determinadas conductas de ella me hacen sufrir pero no es un sufrir trágico, desmedido y que me lleva a actuar sin sentido, es la preocupación por alguien que me importa y está pasando por una situación difícil.

A veces la buena voluntad puede hacer que nos perdamos y nos olvidemos de lo realmente importante. Nos es difícil escuchar una opinión diferente de la nuestra. Nos sentimos mal cuando alguien no responde a nuestros objetivos, nos frustramos y sacamos nuestra ira porque consideramos que esta chica “nos ha fallado”, como si la gente para quien trabajamos nos quisiera fastidiar. Las broncas, la ira y el poder, lejos de hacer reaccionar a la gente, les invita a marcharse, a retirarse, a que no haya posibilidad de cambio y únicamente añade más malestar.

Ver a Noelia tal como es y aceptarla está haciendo que no me pierda, que pueda dormir bien por las noches a pesar de saber que no tiene una casa, ni un plato caliente de comida diaria en su mesa. He podido aceptar los límites de su realidad, lo que ella puede darse a sí misma y a los demás. No he caído en el voluntarismo ni la condescendencia de pensar que “no hay nada que hacer” sencillamente porque no lo pienso. Ni tampoco he añadido más violencia a una situación tan difícil como la que ella vive, expresando mi descontento por la injusticia social, o sintiéndome frustrada porque no ha cumplido con los objetivos del plan de trabajo.

Yo no puedo cambiar la realidad de Noelia pero sí puedo cambiar mi mirada hacia ella y, a través de mi relación con ella, mostrarle otras formas de relacionarse con el mundo. Esto no quita para que me produzca una enorme tristeza por lo injusto de su situación pero permanezco, estoy, no abandono y siento que sólo el amor, como dijo María Zambrano, nos permite VER más allá de la superficie de las cosas y ¿quién sabe lo que puede pasar?

Publicado en, “”ENSEÑAR: UNA EXPERIENCIA AMOROSA”. María Milagros Montoya Ramos. S.L. Sabina Editorial, 2008.

[1] He podido pensar y escribir ese texto gracias a mi relación con mi amiga Graciela Hernández Morales, quien en el VIII Encuentro de Sofías, en Santiago de Compostela (octubre de 2007) me ayudó a encontrar las palabras para nombrar mi experiencia. Sin su mediación, este texto no hubiera visto la luz.

[2] En el Seminario “Lo personal es político” (texto inédito) al cuidado de Graciela Hernández Morales. Madrid, 23 de octubre de 2007

[3] “Persistir en el abrazo” es un verso de un poema de Ana Mañeru Méndez en “Mª Milagros Montoya Ramos y Miren B. Elorduy Cádiz (eds.), Textos Entredós nº 1. Madrid, Fundación Entredós, 2003, p.90. Ver también Sofías, Saber es un placer. La práctica política de mujeres que buscan dar un sentido libre a la educación. Madrid, horas y HORAS, 2006, p.194.