Hay miradas y miradas

Imaginemos esta situación:

Laura, una chica de 12 años va paseando por la calle con su madre. Se cruza con un hombre de unos 45 años que la mira de una forma que a Laura le asusta. La madre, asustada también, le dice: “mejor no te pongas ese pantalón que es demasiado ajustado”. Por la tarde, Laura comenta con su amiga que un hombre la miró de una forma que la asustó y además opinó sobre sus piernas. La amiga le responde: “eso está guay tía, quiere decir que estás buena”.

Laura se queda muda y a partir de entonces empieza a vestir con ropa ancha y camisetas largas.

Si Laura no encuentra ninguna persona que le permita hablar sobre ese miedo que ha sentido, si lo único que encuentra es más miedo o banalización de lo que ella está sintiendo, puede que piense que su cuerpo es inadecuado, provocativo y que por lo tanto hay que ocultar.

Con demasiada frecuencia nos encontramos con esta situación y muchas niñas ya desde pequeñas, aprenden que su cuerpo se puede invadir, se puede tocar, opinar de él y juzgar. Si nadie nombra que es la mirada de algunos hombres la que violentan a las chicas; que opinar, juzgar y tocar sin que una chica lo desee, es violencia, estamos poniendo “el problema” en el cuerpo de las mujeres y no en ciertas miradas y actitudes de algunos hombres.

Algunos niños desde bien pequeños han asumido que el cuerpo de las niñas se puede tocar y violentar; levantándoles la falda, abriéndoles la puerta del baño cuando hacen pis etc…

Prevenir y atajar este tipo de situaciones tomando en serio a las niñas, es una forma de prevenir la violencia presente y también futura contra las mujeres y las niñas.